A modo de introducción

En esta propuesta creativa parto de la pintura zen , diminuta y escencial. El generoso sendero Zen en el que me estoy iniciando, me permite atesorar el universo más allá de las anécdotas.  Respondo a esos estímulos visuales con la palabra manuscrita. Como intento de dejar en mi mirada una marca más visceral.

Esta poesía sigue con alerta los signos de una denotación. No se propone adornar, enriquecer, agregar. Simplemente registra verbatim lo que veo a partir del blanco dominante y los toques ligeros  de una escueta humanidad. Algo que quisiera ser paisaje sin anécdota.

En otras palabras, ¿Qué vemos cuando vemos el blanco? ¿Qué presencias se inscriben en secuencias mínimas de color e intensidad cuando las dimensiones son breves? ¿De qué hablamos cuando no contamos una historia?
La diégesis no es la justificación de ningún relato, nuestras historias personales no se aprecian por “lo que pasó al final”, como tampoco las películas ni las narrativas más locuaces. Hay un estar que irradia, provoca, vive. Sin necesidad de acción. Por eso pinto leves marcas en el blanco universal. Para recuperar la verdadera dimensión de nuestras vidas- aunque más no sea en una ínfima metáfora visual-.

Considero importante señalar que este proyecto será un “libro abierto”, con un inicio pero sin número final de poemas, porque esta modalidad de trabajo invita a seguir una ruta donde los pasos son el destino y no hay final.

Dedico este poemario,  Secuencias,  a mi pincel, al agua, a la caligrafía, al blanco eterno que nos guía y por sobre todo, a mi  amiga Eugenia desde la cercanía infranqueable del espacio virtual que habitamos. Esperando cruzar el gran mar algún día y pisar la América terrena.


Edith Lomovasky- Goel